Jamás pensé que, tras tener ese sueño tan extraño, despertaría viendo patrones por todos lados. Números y palabras parecen bolar frente a mí con la intención explicita de formar otro patrón.
He vivido días tan difíciles que poco a poco me llevan a la locura.
El humano no está capacitado para ver ni comprender tanta información del universo. Sobe todo, cuando no soy muy buena para las matemáticas.
Solo es cuestión de días para que me pierda en la locura si no logro descubrir que se está tratando de decirme.
Cada noche me voy a dormir con la plegaria de poder despertar por la mañana aun siendo yo.
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Al abrir los ojos, los rayos de sol no fueron lo primero que visualicé, sino un rosa descansando sobre mi almohada. Me asustó tanto verla ahí, que me paré apresurada, pues vivo sola. Solo que fue tan rápido que la cabeza mi palpitó hasta llegar a un dolor punzante, casi mortal. Me apreté la cabeza con las manos, con la idea de que así se desaparecería.
El dolor fue desvaneciéndose junto con la rosa. No como si fuese borrada con una goma, no fue tan burdo. Sino que fue algo más celestial. Se desintegró píxel por píxel, si es que hubiese sido una imagen.
Me asustó tanto que salí de la cama apresurada. Los mensajes estaban transmutando de números y palabras a imágenes.
Pero no terminó ahí.
Escuché un zumbido dentro de mi cabeza. Números, palabras e imágenes irreconocibles me torturaron en un torbellino mortal. Me quejé cuando todo se desvaneció en otro dolor de cabeza.
En cuestión de segundo, el dolor se desplazó a todo mi cuerpo, que fue desintegrándose igual que esa rosa.
Grité. Era lo único que podía hacer para liberar un poco la tortura.
Me cegaron flashes continuos hasta que terminó en oscuridad. Si bien no era mejor, al menos me dio descanso.
Respiré profundo. El aire se sintió nuevo, casi como el primer respiro que da un recién nacido.
—¿Cuál es tu nombre?… ¿Me escuchas? —oí una voz masculina, desconocida para mí. sin embargo, sentía en su tono que estaba apresurado porque le hiciera caso.
Aun cuando quería abrir los ojos, no podía hacerlo con facilidad. Parecía que cada parpado estaba cargando toneladas de peso.
—¡Hazlo despacio! —me sugirió el hombre.
Cuando finalmente los abrí, una oleada de información me invadió: el rostro del hombre desconocido que parecía tener un aura de luz de colores, el sonido de una ambulancia y gritos de hombres que parecían dar órdenes a diestra y siniestra.
Al mirar hacia mi lado, vi dos autos destrozados y hombres amontonados ahí.
—¿Puedes hablar? —me preguntó el hombre que no dejaba de tocarme. Lo miré, aun tenia esa aura de colores—. ¿Recuerdas lo que pasó?
—11:11 —susurré.
—¿Qué has dicho? —preguntó acercándose a mí.
—11:11 —logré decir tras tragar saliva.
El hombre se puso de pie. En ese momento se acercó otro y le cuestionó que sucedía.
—11:11 —respondió el hombre.
—¿Estás seguro de que es ella?
—Sí. 11:11 lo confirma.
—Bien, saquémosla de aquí.
El hombre se agachó para tomarme entre sus brazos. Nadie le cuestionó lo que estaba haciendo, quizás porque aún seguían tratando de abrir esos dos autos que parecían haberse unido para formar uno solo.
—Tranquila, Isla —me dijo el hombre. Reconocí mi nombre, y me sorprendió que él lo supiera. Volteó a verme cuando sintió mi mirada temerosa—. No permitiré que brinques de nuevo en el tiempo. Duerme ya.
Con tan solo decirlo, mi cabeza cayó sobre su pecho. Los latidos cálidos de su corazón me tranquilizaron tanto que mi cuerpo deseo quedarse en ese tiempo ya.