Un destello muy brillante y cálido me hizo abrir los ojos. Frente a mi estaba un atardecer que deseaba detenerme con su belleza, pero respiré profundo y caminé por la playa para cumplir mi propósito.
Sentí el susurro de las olas acompañando cada uno de mis pasos. A lo lejos, escuché las risas de personas entremezcladas con las notas de un instrumento acústico. Seguí caminando hacia ellos, con el viento moviendo a placer mi vestido de seda blanca, hecho por las hadas más talentosas de mi reino.
Uno de ellos notó que me acercaba, y anunció mi presencia a su compañero con un codazo.
Sonreí cuando el hombre distraído me notó. Hace milenios que he soñado con esa sonrisa, que ha sido mi sol y mi luna.
Estaban sentados frente a una fogata, cuyo fuego se alzaba creando dragones que ellos invocaban con su música sin saber. Me detuve frente a ellos, sintiendo su silencio como una brisa helada, casi invocada por el hechicero más poderoso de mi mundo. Se miraron entre ellos.
—¿Quién de ustedes es Allastir? —pregunté. Mi voz salió en un murmullo musical que los desmayó en secuencia a los hombres, hasta dejar a Allastir muy confundido y aterrado de lo que sucedía.
Me senté a su lado.
—Te escuché en mis sueños —le dije mirándolo. Su sorpresa me hizo sonreír, pero creo que lo asusté más.
Miré a las llamas para domarlas con un movimiento de mano; se escuchó el rugir de los dragones regresando a sus cuevas.
—¿Sabes quién soy? —le pregunté mirándolo de nuevo. Me regresó la mirada por unos segundos, en su reflejo pude ver nuestro hogar basto y oscuro. También estaba buscándome entre sus recuerdos.
Entonces, sin decir nada, se puso de pie en lo que extendía una mano hacia la luna para tomar un haz de luz, y murmuró en lo que la manipulaba entre sus manos, hasta formar una corona.
Se hincó frente a mi para ofrecerme dicha corona.
—Eres mi reina… Y yo soy tu rey —dijo—. Ahora lo recuerdo.
Sonreí en lo que tomaba la corona para colocármela, después él se irguió para ofrecerme la mano, y levantarme sin despegar la mirada de él. Me tomó del cuello para reavivar la promesa de amor eterno en un beso.
Nuestros recuerdos fueron y vinieron entre nosotros.
Un mundo mágico en donde ambos gobernábamos. Un deseo de un humano que lo encarceló en este mundo, y un beso que siempre nos hará inmortales.
Somos seres de luz. Somos magia. Somos una estrella viviente.
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