¡Advertencia! Este relato contiene actos violentos.
Las llamas de la hoguera bailan frente a mí, siguiendo una canción cantada por el universo. La noche es más sombría esta vez, o al menos así lo parece; como un espejo oscuro que no refleja la vida. Ni siquiera las estrellas quisieron presenciar el momento más oscuro que he tenido.
Esto no estaba planeado, no podía estarlo cuando el amor era lo que me hacía sonreír hace una hora. Si tan solo él no hubiera abierto la boca para revelar la verdad que incendió mi corazón hasta convertirlo en cenizas, todo sería diferente. Ambos seriamos felices.
Solo así he podido tener la sangre fría de tomar el cuchillo y esperar a que durmiera para desahogar cada mentira que sus labios me dijeron mientras me hacia el amor.
Con los ojos al fin abiertos, he podido descubrir que él no estaba uniéndose a mí. Para él, yo solo era un alma marchita usurpando el cuerpo de la mujer a quien siempre ha amado. Solo así pudo soportar mi entrega.
El primer ataque fue el más difícil, porque mis lágrimas me cegaron. No solo estaba arrancando su vida, sino también la mía. Pero cuando él abrió los ojos atónitos y dijo su nombre, creyendo que yo era ella, la ira se liberó y atacó una cuarta, quinta y sexta vez. Solo me detuve hasta que su vida escurrió en un río de muerte.
Pasé horas de pie frente a ese cascarón de mirada oscura y vacía que aun suplicaba perdón. Reviví mi vida a su lado, la cual, ahora veo que fue tan falsa como su oración suplicante de que yo regresara a él.
El dolor me cegó hasta que la hoguera hecha con su cuerpo y maderos encontrados alumbró la oscuridad. En solo unos minutos, antes de que se apague como el amor que él mató, liberaré este cuerpo que me sirvió de vía para estar con él. Para que ella, el gran amor de su vida, vea el horror que dejaré cargue por mí.
Su cuerpo ensangrentado será mi firma de divorcio.
Ella vivirá el dolor que él me infringió, hasta que su cuerpo sucumba y muera hasta yacer también en un frío cementerio, como lo hace el mío en este momento desde hace un año. Completamente olvidado por él.
Se me dio una segunda oportunidad para regresar a él, quizás solo para descubrir la verdad de que nunca hubo un «Te amaré para siempre, aun después de la muerte», solo un «Hasta que la muerte los separe».
Con un respiro de paz, me uní a la balada de la muerte que me liberará de ella.
Me fundiré con el universo; después de todo, eso se me prometió.
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